La soledad es un parásito que se te clava dentro. A veces no la notas, a veces olvidas que te acompaña. Cuando ha perdido a la persona más importante de tu vida, la soledad siempre acecha. Puede ser un olor, un recuerdo o un lugar…Cualquier cosa puede despertar a ese sentimiento de soledad que se anida en tu interior. Y cuando despierta, es una bestia furiosa y sedienta de destrozar. Almas, sueños, valor, o confianza son su alimento, y tú eres su víctima.

Cuando la soledad te abraza, es difícil liberarte de su yugo. Te hace sentirte menudo, diminuto, invisible. Te hace dudar de ti, creer que no mereces amor, ni felicidad ni consuelo. Te hace creer que sin esa persona tú ya no eres nada… Un recuerdo, un eco, un soplo de gélida brisa.

Cuando la soledad despierta, devora, rompe, araña, muerde y pisotea tu corazón. Cuando te sientes solo, el sol se apaga, las nubes cubren la ciudad y los sueños se vuelven pesadillas. Cuando la soledad se hace presente, no hay consuelo ni remedio. Y, aunque sea paradójico, la soledad nunca viene sola. La acompañan el miedo, la ansiedad, los arrepentimientos, las dudas, la inseguridad y la pena.

La soledad es la peor bestia que puede vivir en tu corazón, puesto que cuando se instala, nunca lo abandona. Cuando esa persona a la que amas con todo tu ser te abandona, ya no vales nada, no eres nada. Cuando la soledad llega, lo hace para siempre. Aunque te acompañen otras personas, aunque estés rodeado de gente, cuando ella se hace presente, nada importa. Puedes estar rodeado de amigos, de familia y de seres querido, pero si la soledad duerme en tu interior, jamás encontrarás consuelo.

Ella es cruel, despiadada y terrorífica. Te hará dudar de ti, te hará querer acabar con todo, ir en busca de esa persona que te abandono y dejó tu corazón abierto de par en par para que la soledad se instalase. Te hará despreciarte, creer que eres un insecto. Te hará odiarte… O peor, te hará creer que lo normal es que te odies. La soledad acabará con tu esencia, desmenuzará tus entrañas y las hará ceniza.

Cuando te sientes solo, no hay consuelo. El fuego no caliente y los huesos tiemblan, las lágrimas brotan cortando las mejillas y los labios se resquebrajan al no tener a nadie a quién hablar o besar. La soledad acabará contigo, puesto que se hará presente a todas horas y jamás lograrás sentirte cómodo contigo mismo.

No hay remedio para la soledad… Una vez se instala, nada ni nadie podrá sacarla de tu interior. Vivirá junto a ti siempre, será tu fiel compañera, tu amante. Y tú serás su esclavo, estarás a su merced. Cuando menos lo esperes, la bestia despertará de nuevo en tu interior, removerá tus cimientos y creencias, vapuleará tu vida y te destrozará de nuevo. Ahí, solo te quedará tomar conciencia de que es un mal que siempre te acompaña, asegurar tus cimientos y soportar las embestida. Tendrás que reconstruir todo lo que ella destruya, arreglar una vez más los trocitos que queden para recomponer tu corazón. No será fácil, y siempre quedarán cicatrices, pero tendrás que hacerlo lo mejor posible para que, cuando ella vuelva a despertar, no acabe por pulverizar lo que queda de ti.

No hay remedio para la soledad, puesto que, como todos, ella lo que más teme es quedarse sola. Por eso, cuando se instala en tu corazón, nunca lo abandonará, puesto que el miedo al abandono que sentirá será tal que se acurrucará junto a ti para siempre. No hay remedio para la soledad, únicamente te queda aceptarla, amarla y rogarle que, la próxima vez que despierte, no te destroce del todo.