Desde hace unos meses, esta pregunta suena en mi cabeza día tras día. Por alguna razón, en noviembre del año pasado mi cabeza empezó a funcionar de una manera un poco extraña, hoy, varios meses después, me he dado cuenta de que toqué fondo para poder volver a levantarme, y eso está bien.
Siempre he sido una persona muy echada para adelante, con muchas inseguridades, pero luchador como el que más. De pronto, tras una serie de acontecimientos, mi cabeza decidió traicionarme. Una situación laboral terrorífica, una enfermedad descontrolada, frustraciones vitales varias y problemas de identidad que llevaba ignorando durante años se unieron para hacerme un complot.
En diciembre, la ansiedad, depresión, crisis de identidad, autorechazo, miedo, e inseguridades se unieron paran provocar una explosión en mi interior y destrozarme por completo.
Desde entonces, voy dando pasitos para volver a ser yo. Recuerdo que era una persona de luz, que ama la risa, la amistad y las cosas pequeñas. Recuerdo que me apasionaba escribir, que ansiaba enamorarme y ser correspondido y que me había prometido vivir la vida sin miedo.
Pero, sin saber muy bien cómo, todo eso que yo era antes se difuminó en la oscuridad. Toda la valentía que yo había tenido siempre se hizo humo, las ganas de amar se convirtieron en autorechazo y la pasión por la vida se volvió pánico.
Por suerte, los pilares de mi vida siguieron ahí. Esos pequeños puntitos de luz que titilan tímidos en la oscuridad y que parecen estrellas en un firmamento tétrico y oscuro siguieron a mi lado. Para otras personas serán distintos, pero para mí los pilares son mis amigas y amigos.
Poco a poco, he ido planteándome cosas y tratando de responder a la gran pregunta: ¿quién soy?.
Para seros sinceros, no tengo clara la respuesta, pero cada vez me voy acercando más, y creo que no sabré quién soy hasta el último día de mi vida. He llegado a dudar de absolutamente todo, desde si soy una mujer o un hombre, hasta si sentía rechazo por mi propio cuerpo, e incluso si quería seguir vivo. He llegado a plantearme que nada tenía sentido, que yo no pintaba nada en este mundo y que mi existencia era absurda. Me he dicho cosas horribles: asqueroso, farsante, mentiroso, egoísta, mala persona, mal amigo, imbécil, inútil, vergonzoso, ridículo… He llegado a odiarme con todo mi ser.
Cuando estaba sumido en el más profundo de los pozos, decidí que necesitaba, una vez más, ayuda de un profesional. Llegué a estar tan sumido en la mierda que ni el cariño de mi gente me consolaba. En varias ocasiones me sorprendí a mí mismo pensando en cómo acabar con todo, y fue en ese momento cuando me di cuenta de que no podía solo. Recurrí a la ayuda de una profesional, mi querida Ángela, que con paciencia y cariño me ha ido guiando. Recurrí también a un tratamiento que me ha ayudado a seguir y, por supuesto, recurrí a las palabras.
Poco a poco he descubierto que no me siento mujer, pero tampoco especialmente hombre, y que eso está bien. He descubierto que, aunque durante años solo me había fijado en hombres, ahora hay una mujer por la que bebo los vientos, y eso está bien. He descubierto que me apetece maquillarme a veces, que quiero tatuar mi cuerpo hasta que no quede un centímetro libre, que me gusta mi parte más femenina pero que, otras veces, quiero ser todo lo masculino que pueda porque me siento más cómodo así. He descubierto que hoy me siento cómodo no definiendo nada, y que eso está bien. He descubierto que puedo amar a dos personas a la vez con la misma intensidad y pasión, y que eso está bien. He descubierto que no sé a qué quiero dedicarme, porque me apasionan cientos de cosas, pero que tengo claro que sea lo que sea, tiene que ser algo en lo que pueda crear y expresarme. He descubierto que soy una persona de luz, y no de sombra, que ayudar a la gente que quiero me hace sentir bien, y que la felicidad para mí está más en ver a los demás felices y no tanto en cumplir metas y objetivos. He descubierto que esas Reinas Negras que nacieron en mí a finales de año siguen y seguirán conmigo, y que la manera de combatir con ellas es poniéndome frente a ellas, mirándolas a los ojos y aceptando que son parte de mí, pero que también lo es la luz, el amor por la vida y el amor por los que me rodean, y que mientras yo no les deje pasar, las Reinas Negras únicamente serán princesas. He descubierto que a esas Reinas Negras que yo he conocido, las conoce mucha gente más, pero no habla de ellas por miedo. He descubierto que necesito que las conozcáis, que quiero compartir esa parte de mí y quiero que sepáis cómo me he sentido, porque aunque no lo creáis, vosotras, mis queridas almas lectoras, podéis sentiros así también algún día. Si quieres saber más de mis Reinas Negras, entra AQUÍ, porque esta entrada no es para explicarte más de ellas.
He descubierto que lo que piensen los demás de mí me afecta más de lo que yo pensaba, pero que voy a luchar para que me importe una soberana mierda.
He descubierto que todavía tengo mucho que descubrir de mí, y que todo aquel que intente limitarme, apagarme o constreñirme, saldrá de mi vida sin remedio. He descubierto que quiero rodearme de gente loca, excéntrica, rara, extraña, alejada de mí, distinta, auténtica, libre, tradicional, antigua, moderna, diferente, original… Quiero gente que me haga expandirme en mis limites, quiero gente que me obligue a crecer, a vivir de una manera libre y sin juicios, quiero gente que me presione para ser cada día más yo, que me inspire y me fortalezca, pero que también me haga mirar hacia dentro y llorar cuando no me reconozco. He descubierto que ya tengo a mucha de esa gente en mi vida, y que no quiero que se vayan nunca, pase lo que pase.
He descubierto que tengo mucho que caminar hasta comprenderme, pero que toca disfrutar del camino, explorar y vivir. Y que eso está bien.
Al fin y al cabo, como dice mi amigo Lulot, la vida no se vive por el camino más rápido, sino por el camino que más nos enseña…
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