Hoy, en Los domingos del escritor, hablamos de la peor dolencia que puede sufrir un escritor: el síndrome del impostor.
Holi, caracoli. Espero que esta semana haya ido genial. Si me leéis desde Granada, espero que al menos no hayáis sufrido más de la cuenta con los «sustos» que nos ha regalado la Madre Naturaleza. Yo, al menos, lo he pasado regular.
Esta semana, en Los domingos del escritor, vengo a hablaros de uno de los peores sufrimientos que tiene un escritor (junto con los terremotos que amenazan con echar tu casa abajo). Se trata, ni más ni menos, que del temido síndrome del impostor. Para los que no estén familiarizados con él, os cuento brevemente de qué se trata.
Qué es el síndrome del impostor
¿Has sentido alguna vez que no mereces las cosas que te pasan? ¿Que no eres lo suficientemente bueno para realizar tu trabajo? ¿Que todo lo bueno que consigues se debe a la suerte y no a tus méritos propios? Si eres escritor, ¿te sientes incapaz de escribir y cumplir las expectativas de tus lectores? ¿Crees que jamás conseguirás terminar tu obra? ¿Escribes y sientes que todo lo que sale de tu cabecita es un mojón? Enhorabuena, camarada, el impostor de tu cabeza te domina por completo.
Cuándo empecé a ser consciente
En mi caso, empezó cuando terminé Tejedoras de almas: el Concilio de los Ungidos y comencé a recibir reseñas. Una vocecita en mi cabeza resonaba, diciéndome cosas como «verás qué risa cuando lean el segundo y les parezca una mierda», o «sí, tú alégrate ahora, que ya llorarás cuando seas incapaz de seguir con la saga». Poco a poco, esa pequeña vocecita comenzó a sonar con fuerza, hasta que llegó a dominarme.
Soy un impostor en todos los aspectos de mi vida
Personalmente, no me siento un impostor únicamente cuando escribo. En muchos otros aspectos de mi vida siento que la gente cree más en mí que yo mismo. No sabría deciros muy bien cuál es la causa: quizá inseguridad, quizá una autoexigencia enfermiza…
Lo que sí sé, es que es algo que me afecta es muchos aspectos, no únicamente cuando trato de escribir.
Cuando, hace unos meses, comencé a visitar a mi psicóloga (Ángela, eres una bendita), tuve claro que era uno de los principales aspectos que quería tratar.
Cómo le hago frente
Una de las técnicas que he aprendido es a analizar los PAN (Pensamientos Automáticos Negativos) que llegan a mi cabecita. Ya os hablé de esto en la entrada anterior (Bloqueo de escritor), así que os invito a leerla para saber más. En esta ocasión, además de analizar mis PAN, me ha servido mucho el exponerme más a los lectores.
Desde hace bastante tiempo, trabajo con Eva Fraile (La Reina Lectora) para dar a conocer mis libros. Una de las cosas más importantes que he aprendido de Eva es que los lectores valoran, ante todo, conocerte. Por esa razón, decidí comenzar a subir más contenido en mis redes sociales (principalmente en mi cuenta de Instagram), hablando sobre mí, sobre mis historias y sobre las dificultades que surgen en mi día a día para escribir (además de hablar sobre lo calva que estoy, lo mamarracha que soy o sobre chorradas varias). Eso, que a priori era sencillamente una forma de darme a conocer, me ha ayudado a algo mucho más importante: a relajarme.
Me he dado cuenta de que es IMPOSIBLE gustarle a todo el mundo. Los libros, aunque puedan ser maravillosos, pueden no encajar con un lector por diferentes motivos: porque no sea una temática que le interese, porque no sea el momento adecuado para leer esa historia, porque tu forma de escribir no le resulte agradable (ojo, que no digo que tenga que estar mal). Hay mil razones. En muchas puede que tengas capacidad de mejora, pero en muchas otras todo escapará de tu control.
Yo he tenido un poco de todo, desde lectores que me han dicho que mi libro les ha resultado una mierda, hasta otros que me han escrito preguntando cuándo sale la segunda parte porque les había apasionado.
No escuches a esa vocecita demoniaca
Al final, la vocecita de mi cabeza, que me decía que no era capaz, se quedó sin argumentos. ¿Cómo no voy a ser capaz si ya he escrito un libro? ¿No voy a poder escribir más? Y, en caso de que sea tu primer libro, ¿cómo sabe la vocecita de tu cabeza que no eres capaz si todavía no lo has intentado?
La clave está en ser conscientes de que no le vamos a gustar a todo el mundo (como en la propia vida, por otra parte), pero en que es IMPOSIBLE que tu historia no le guste a nadie.
Cuando las vocecitas os digan que no sois capaces, parad un rato, respirad, poned música, relajaos y seguid. Porque, al final, el que la sigue, la consigue.
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